miércoles, 7 de enero de 2009

Lesbia, o la isla.

'Una vez que habíamos recogido madera de resaca, hecho un fuego
y colgado nuestro caldero como un firmamento,
la isla se quebró por debajo de nosotros como una ola'
The disappearing island-Seamus Heaney.
I.
Es posible que jamás encontremos la salida:
Ariadna era frágil y murió hace mucho tiempo,
antes de los satélites y la pasión de Cristo.
Había dejado un camino de migas de pan,
su cabello, de un rojo violento y occidental,
la leve huella que acabó donde empezaba el Minotauro.
II.
Mirábamos al Sur, a veces,
donde Lesbia creía ver naves, peces brillantes,
y otras formas grotescas del espejismo.
Un pájaro enorme de hierro.
Instrumentos para contar el tiempo inasible.
Animales, lenguas y frutas que el oráculo no lograba descifrar.
-Es éste sol, Lesbia, y el mar tan infinito y azul-.
Volvíamos a casa, entonces,
a podar las vides que se enroscaban, vivas, en los templos,
como las víboras que, en el Nilo, hacen gemir a las mujeres.
III.
Sentados aquí, mirando esta lluvia,
jugamos a los pájaros ciegos
y nos anduvimos el cuerpo con las manos.
El vino parece más dulce,
y Hestia preside el fuego.
¿Qué hay de vestal en tí, Lesbia,
que se aclara tu frente al invocarla?
¿En qué otra vida paseaste los negros ojos
por estas habitaciones consumidas por el tiempo?
IV.
El cielo se ha llenado de presagios.
Aquí abajo, las flores maduran en violentos amaneceres,
y nos llegan noticias de un Odiseo atado a su mástil,
ciego y sediento.
Bajo la negra nave cruzan sirenas,
un submarino alemán,
y algunos sueños, en donde todo tiene lugar.

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