martes, 29 de septiembre de 2009

2 poemas de "El caserío", de Carlos J. Aldazábal.

He levantado el muro.

Lo hice con cascotes del basural,
pedazos de ladrillos apilados.

El muro fue creciendo.

Sin embargo caía cada tanto,
queriendo señalar que nada dura,
ni siquiera el revoque de la historia.

He levantado el muro.

A su costado espero por los hijos.

Ellos vendrán muy pronto.

Soplarán desde lejos.

Llegarán del Perú.

Harán un caserío con la mugre.

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Parición en el monte.

Abre las piernas a la sombra del árbol
y la cría resbala de la vida a la vida.

Pegoteada, pringosa.

La boca de la madre en la placenta
y los ojos lavados.

Así se llega al mundo.

Para correr.

Para que el tigre juegue.


Nota: estos poemas fueron extraídos del libro El caserío, editado por el suri porfiado en año de 2007, y pertenecen al poeta Carlos J. Aldazábal.
Más información en: www.elsuriporfiado.blogspot.com

miércoles, 23 de septiembre de 2009

230909

en algún lugar, donde todavía es
el invierno de 1987, se levantan
las fogatas de la noche de san juan, en algún lugar
aún
las mazorcas de maíz
chillan y revientan
contra lo oscuro del mundo

en el rastrojo hay pequeñas víboras
tiernos nidos de ratas, y mi cuerpo
sin pechos, sin ira
sin nada
acostado entre los perros

en algún lugar, todavía
los peones terminan la jornada
asan su carne
y un pájaro rasga el silencio

lunes, 21 de septiembre de 2009

210909

me pusieron
un cadáver sobre la mesa
una mariposa en la garganta

luego me pidieron:
habla

sábado, 19 de septiembre de 2009

190909

desde la ventana, a mi espalda, viene
un chorro de luz
y me dibuja contra la pared, vieja,
con labores de rodillo

muevo mi mano
me trenzo el pelo, y la sombra
lo repite

ahora ella escribe el poema del humo
y la ceguera, piensa
como yo
en ambas

jueves, 17 de septiembre de 2009

Los abusos de la memoria

Los regímenes totalitarios del siglo XX han revelado la existencia de un peligro antes insospechado: la supresión de la memoria. Y no es que la ignorancia no pertenezca a cualquier tiempo, al igual que la destrucción sistemática de documentos y monumentos: se sabe, por utilizar un ejemplo alejado de nosotros en el tiempo y el espacio, que el emperador azteca Itzcoatl, a principios del siglo XV, había ordenado la destrucción de todas las estelas y de todos los libros para poder recomponer la tradición a su manera; un siglo después, los conquistadores españoles se dedicaron a su vez a retirar y quemar todos los vestigios que testimoniasen la antigua grandeza de los vencidos. Sin embargo, al no ser totalitarios, tales regímenes sólo eran hostiles a los sedimentos oficiales de la memoria, permitiendo a ésta su supervivencia bajo otras formas; por ejemplo, los relatos orales o la poesía. Tras comprender que la conquista de las tierras y de los hombres pasaba por la conquista de la información y la comunicación, las tiranías del siglo XX han sistematizado su apropiación de la memoria y han aspirado a controlarla hasta en sus rincones más recónditos. Estas tentativas han fracasado en ocasiones, pero es verdad que, en otros casos (que por definición somos incapaces de enumerar), los vestigios del pasado han sido eliminados con éxito.
Los ejemplos de una apropiación menos perfecta de la memoria son innumerables, aunque conocidos. “Toda la historia del Reich milenario puede ser releída como una guerra contra la memoria”, escribe con razón Primo Levi, pero podríamos decir otro tanto de la URSS o de la China comunista. Las huellas de lo que ha existido son o bien suprimidas, o bien maquilladas y transformadas; las mentiras y las invenciones ocupan el lugar de la realidad; se prohíbe la búsqueda y difusión de la verdad; cualquier medio es bueno para lograr este objetivo. Los cadáveres de los campos de concentración son exhumados para quemarlos y dispersar luego las cenizas; las fotografías, que supuestamente revelan la verdad, son hábilmente manipuladas a fin de evitar recuerdos molestos; la Historia se rescribe con cada cambio del cuadro dirigente y se pide a los lectores de la enciclopedia que eliminen por sí mismos aquellas páginas convertidas en indeseables. Se cuenta que en las islas Solovetskiye se acababa a tiros con las gaviotas para que no pudiesen llevar consigo los mensajes de los prisioneros. La necesaria ocultación de actos que, sin embargo, se consideran esenciales conduce a posiciones paradójicas, como aquélla que se resume en la célebre frase de Himmler a propósito de la “solución final”: “Es una página gloriosa de nuestra historia que nunca ha sido escrita y que jamás lo será”.
Debido a que los regímenes totalitarios conciben el control de la información como una prioridad, sus enemigos, a su vez, se emplean a fondo para llevar esa política al fracaso. El conocimiento, la comprensión del régimen totalitario, y más concretamente de su institución más radical, los campos, es en primer lugar un modo de supervivencia para los prisioneros. Pero hay más: informar al mundo sobre los campos es la mejor manera de combatirlos; lograr ese objetivo no tiene precio. Sin duda ésa fue la razón por la que los condenados a trabajos forzados en Siberia se cortaban un dedo y lo ataban a uno de los troncos de árbol que flotaban por el curso del río; mejor que una botella arrojada al mar, el dedo indicaba a quien lo descubría qué clase de leñador había talado el árbol. La difusión de la información permite salvar vidas humanas: la deportación de los judíos de Hungría cesó porque Vrba y Wetzler consiguieron escapar de Auschwitz y pudieron informar sobre lo que estaba pasando. Los riesgos de una actividad semejante no son en modo alguno desdeñables: a causa de su testimonio, Anatoly Martchenko, un veterano del Gulag, regresó al campo, donde encontraría la muerte.
Desde entonces se puede comprender fácilmente por qué la memoria se ha visto revestida de tanto prestigio a ojos de todos los enemigos del totalitarismo, por qué todo acto de reminiscencia, por humilde que fuese, ha sido asociado con la resistencia antitotalitaria (antes de que una organización antisemita se apropiara de ella, la palabra rusa pamjat, memoria, servía de título a una notable serie publicada en samizdat: la reconstrucción del pasado ya era percibida como un acto de oposición al poder). Tal vez, bajo la influencia de algunos escritores de talento que han vivido en países totalitarios, el aprecio por la memoria y la recriminación del olvido se han extendido estos últimos años más allá de su contexto original. Hoy en día se oye a menudo criticar a las democracias liberales de Europa occidental o de Norteamérica, reprochando su contribución al deterioro de la memoria, al reinado del olvido. Arrojados a un consumo cada vez más rápido de información, nos inclinaríamos a prescindir de ésta de manera no menos acelerada; separados de nuestras tradiciones, embrutecidos por las exigencias de una sociedad del ocio y desprovistos de curiosidad espiritual así como de familiaridad con las grandes obras del pasado, estaríamos condenados a festejar alegremente el olvido y a contentarnos con los vanos placeres del instante. En tal caso, la memoria estaría amenazada, ya no por la supresión de la información sino por su sobreabundancia. Por tanto, con menor brutalidad pero más eficacia – en vez de fortalecerse nuestra resistencia, seríamos meros agentes que contribuyen a acrecentar el olvido-, los Estados democráticos conducirían a la población al mismo destino que los regímenes totalitarios, es decir, al reino de la barbarie.


Fragmento extraído del libro Los abusos de la memoria, de Tzvetan Todorov.

lunes, 7 de septiembre de 2009

¿Nos vemos ahí?

Ciclo de poesía

INTERIORES

Te invita a la lectura y presentación de la poeta:

ELENA ANNÍBALI
-Córdoba-

En el "Ciclo de Ciclos"
Espacio Literario Juan L. Ortiz"
Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini Corrientes 1543, Sala Jacobo Laks, 3º piso

Ciudad de Bs. As.
El jueves 10 de septiembre de 2009 - 19h.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Zamba del ángel.


Dijo mi madre que cuando
me lleve la vida a la ruta del pan
y ella falte a cuidarme
y no esté su consejo
ni esa luz que la sangre sabe dar,
habrá un ser que a mi espalda
con mi forma y con alas
y que ángel se llama, y es mi bien.

Dijo también que aquel ángel
invisible a todos y también a mí,
el que en aires de sombra
por un viento en el alma
me daría en su savia la verdad.
Así fue que seguro
eché rumbo a la vida
con la fuerza del ángel en mi andar.


Después, con el tiempo me fui
por soles que van a la ansiedad,
pero el ángel no estaba
lo perdí por la infancia,
de la escuela a la casa, tiempo ayer...
Soledad del intento
de gritar con los sueños
la verdad que en el hombre no se dio.

Cuando la luna en su viaje
me rompe las noches en un ángel de alcohol,
me desangro en las mesas
y la luz de un amigo
es el ángel que guarda mi dolor,
y la calle me junta
con un ángel distinto,
con un hombre cualquiera, como yo.

Duele saber que la cosa
que quise de niño era piel de ilusión,
y que el ángel camina
con los pies del cansancio
que nos trepa a la vida por luchar,
y se muere el relato
de la madre que un día
nos dio un ángel de guía con su amor...


Letra y Musica: Hugo Díaz y Ariel Petrocelli
Canta: Alfredo Abalos