Principio de delicadeza
Me es necesario volver -para partir otra vez- a una cita de Sade que di el año pasado sobre el principio de delicadeza:
"La marquesa de Sade le pide al marqués prisionero que le haga enviar la ropa sucia (conociendo a la marquesa: ¿para qué otro fin si no para hacerla lavar?); Sade finge ver otro motivo, propiamente sadiano: "Encantadora criatura, quieres mi ropa sucia, mi vieja ropa? ¿Sabes que eres de una delicadeza consumada? Advierte cómo percibo el precio de las cosas. Escucha, ángel mío, tengo todo el deseo del mundo de satisfacerte en esto, pues ya sabes que respeto los gustos, las fantasías por barrocas que sean, las encuentro a todas respetables, porque uno no es su amo, y porque la más singular y bizarra de todas, bien analizada, remite siempre a un principio de delicadeza"". (Sade, Fourier, Loyola, p. 174)
No separar jamás una conducta del relato que se hace de ella, pues el verbo penetra el acto de lado a lado. La enunciación de Sade deja ver lo que es el principio de delicadeza: un goce de análisis, una operación verbal que desbarata lo esperado (la ropa está sucia para ser lavada) y deja entender que la delicadeza es una perversión que juega con el detalle inútil (infuncional): el análisis produce lo menudo (un sentido posible de "delicado", pero etimología dudosa), y es este recorte y esta inversión lo gozoso... podría decirse: goce de lo fútil. En suma, delicadeza: el análisis que no sirve para nada. Tal es el fondo, el telón semántico.
Del libro Lo neutro (notas de cursos y seminarios en el Collége de France, 1977-1978)
págs. 76-77
Roland Barthes
Siglo veintiuno editores Argentina
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