Ahora que terminó el verano, aquí no queda nadie
los galgos finísimos, los sabuesos de mandíbulas poderosas,
un dálmata pequeño y angustiado
quedaron sin dueño aparente
recorren las avenidas en grupos, entran
a los parques solitarios
a beber el agua pesada y mustia de las piletas de natación
a pesar que el río es ancho y dulce, y está cerca
de todos
hubo una época portentosa de lluvias:
el agua desbordaba el cauce, y dejaba, en los márgenes,
pejerreyes plateados, dos o tres madrecitas
y las mojarras, del color del cieno
que brillaban con el sol generoso
emanando ese olor a muerte
todo está vacío, ahora, lleno
del aire, de la sombra del aire
que roza las columnas de las galerías,
el vidrio atónito de los gimnasios de las casas de veraneo
los rosales podados
cuando es de noche, siempre, se encienden
las lámparas solares
y pensamos en la tierna dicha de las mariposas nocturnas
volando en torno a la luz
celebrando a su pequeña, artificiosa
divinidad
1 comentario:
Qué lindo leerte de nuevo Ele. un abrazo.
Vi todo eso mientras leía.
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