sábado, 17 de abril de 2010

170410

metí la mano en la olla de la vida:

estaba la carne oscura del cordero
su sangre entre alambrados
y más grande el pueblo que prodiga
en el agua su veneno

estaba el padre enfermo, el hongo
que pudre y alucina al árbol joven

no estaba mi pureza, pero encontré el asco
la rabia
el tristísimo oro de la rabia
su luz entre tinieblas

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