"...¡Otro caballo de lechero en la calle, y a estas horas! ¡Amado Dios y Padre Celestial, Adonahi, Jehová, Eloim, dale gracia a ese pobre caballo que está trabajando, para que no ande con hambre, ni con sed, ni cansado, ni enfermo! ¡Dale gracia para que quien lo maneje no lo maltrate! ¡Así sea hoy y todos los días que le toque vivir! ¡Así sea con todos los animales que ayudan a los hombres..."
"Los asediadores y el asediado, asomándose a los ojos del fundador, vieron un orbe de florestas enmarañadas que se abrían como flores monstruosas o estallaban como arcabuces en sus tormentas; de guerreros indios y explotadores de coraza y morrión. Vieron ojos de pumas y de timbúes acechando en la oscuridad; piraguas llenas de combatientes desnudos y sigilosos yacarés deslizándose a las aguas. Y vieron los párpados llorosos de Lucía Miranda en su cautiverio, y las jetas cobrizas de Mangoré y Siripo bramando de pasión como sementales, y la panza ripiosa del clérigo Del Barco Centenera, y el agudo perfil del señor Concolorcorvo.."
Nota: Los fragmentos pertenecen al libro "Megafón, o la guerra" de Leopoldo Marechal.
págs.: 106, 118, 119.
Editorial Seix Barral.
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