yo preparaba un gulash cuando entraron
a mi cocina
los fantasmas
en punta mi hermano
no mayor que en la hora de su muerte
más atrás, mi abuelo,
prendido al cabestro de un alazán finísimo
con los ojos de muchos de nosotros
el corazón quebrado
después los santos
que, por años,
echaron su lumbre de miedo
a la vera de mi cama
por días los escuché retozar en el césped de mi patio
reír bajo el agua y el sol enfermo de julio
roer las cortinas, despedazar
como ratas
el empapelado
¿quién ocupa, ahora, este lado de la puerta?
¿quién de nosotros llama,
en su nombre
a la noche?
11 comentarios:
Los fantasmas y los santos, buena dupla esa. No se me quede en el medio, madame, que hay mucho para escribir.
He de confesar que me he vuelto adicto a este blog...
Interesante poética. Te sigo.
Nos leemos.
Saludos...
Néstor: el medio es, por definición, EL LUGAR para escribir.
Un abrazo.
Sondear: entonces somos dos los que olemos en este lugar algo tóxico y dañino.
Saludos.
Jorge: y viceversa.
La seguimos.
Siempre paso, para disfrutar. Cada vez que publicas escritos lo hago. Gracias.
Un abrazo.
los santos, nunca los fantasmas
Ethel querida: también paso seguido a leerte. Vi por ahí unas fotos de... ¿puede ser Pilar?
Un abrazo.
Srta. Experimental: pero qué santos! además, los fantasmas son, en cualquier sentido, familiares.
Neu, no conozco Pilar. Hay unas de Colonia Caroya.
Abrazo!
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