para quien ha negado lo suyo, nunca nada
será suyo. de pertenecer, yo pertenezco
a esta raza de hombres y mujeres agrícolas. no lo
niego:
no consigo hablar de lo que sé, y en cambio me
siento ancha
y cabal caminando en el silencio, acomodando
las plantas, curando el piojo a las gallinas
hasta no hace mucho, usé pañuelo
quité la maleza, llevé la comida a los peones
¿para qué negarlo? tengo la piel ardida por la
siesta, es natural
que me atragante cuando me veo rodeada de
intelectuales y moños
quiero escribir, pero
¿qué clase de conversación es posible entre un gato
en celo
y una gata castrada? lo he visto: todo es confusión,
antojo,
una nube violeta de histeria, una corrida de noche
por los muros
en el grito de lo dicho, lo no dicho asoma, se va
tejiendo
con lo tangencial, la trama de lo leve, de lo
imposible
tengo, cuando viene el día, la sensación de
despertar y haber luchado
ciega, desatada entre nubes, el corazón
se apena por lo que lloró en sueños, por el amor
ido tras los pasos del fantasma, fantasma él mismo
hecho de guiños y terrores
¿qué voy a decir? en verano supe poner
trapos mojados en los quicios para que no entrara
el polvo, el calor agónico, y entiendo
que el silencio teje su propio trapo, su elaborado
herrumbre
por entre las grietas, un viento dulce de infierno,
un silbido: mi corazón se para y quiero escuchar,
volcarme,
ser la dueña
pero no, no, esto es mezquino, es la venganza
¿has visto alguna vez al pájaro destrozar su propio
nido
al ser tocado por el hombre?
así el mundo de las cosas: vuelto sobre nosotros,
nos ha escondido
su gracia
vagamos huérfanos de ese íntimo esplendor
lo considero justo.
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